19 de octubre de 2005

Växjo trip

Sí, Växjö. Suena sueco, ¿eh? Pues ojo con la pronunciación, le pongo mimo, y aun así tengo que repetirlo un par de veces para que los suecos me entiendan cuando les digo a dónde me he ido el fin de semana.

Conocimos a Marcos (lo conocieron otros erasmus spanskas, pero yo no estaba aún aquí) en la cola del supermercado. Conocer gente en el súper, si, a mi también me chocó, pero oye, también es raro que un sueco sea medio español porque su madre se fue a mallorca hace mucho tiempo y conoció a un español con el que le tuvo, no vayamos a sorprendernos ahora con estas cosas. Pues eso, que le conocimos en el supermercado, y como a toda gente que conoces en un supermercado y con los que te tomas un par de birras, pues haces lo normal. Invitarles a tu casa de Växjö un fin de semana, a salir de fiesta y a presentarles a tus colegas.

Ya, a mí también me dio un poquito de palo, porque soy el que menos le conocía (qué coño menos, le había visto una vez), pero el tío, encantado de que fuera. Así que nada, el sábado por la mañana, tras dormir poco después del... ehm... encuentro intercultural de los erasmus el viernes por la noche, al que no suelo asistir porque estoy haciendo vida local con colegas autóctonos, cogimos un tren a Växjö. Fuimos Felipe y Kiko (ambos de Valladolid), Davide (Italiano), Baran (Turco), Marcos y servidor.

¡Qué ciudad tan bonita! Es un poco más grande que Kalmar (80.000 hab) y es la ciudad más importante de la región de Smålands, en la que están ambas. Está rodeada de lagos por todas partes, de hecho, los 200 Km cuadrados que rodean la ciudad, contienen un 38% de superficie de agua. Es precioso, y no os podéis imaginar ahora con el otoño cómo estaba el paisaje. A ver si algún día paso las fotos que hice con mi cámara.

En cuanto llegamos a la ciudad (o pueblo, yo qué sé... al centro) comimos en un McDonalds en el que pudimos disfrutar de una comida desgraciadamente conocida pero ajustada a nuestro bolsillo. Por aquí gustan mucho de probar "El Maco grande" En el McDonalds, una hamburguesa publicitada por alguien parecido al amigo malo de Pancho Villa, bastante grande y que por lo visto es lo que la mayoría de la gente escoge después del Big Mac. Qué cultura tengo, ¿eh? En fin, después de comer, nos fuimos al museo del vidrio. Yo ya había estado en uno, como conté hace tiempo, pero no obstante éste estuvo muy bien porque no sólo cubría el campo del vidrio, sino bastantes otras áreas que me gustó ver.

Dimos una vuelta por el centro, y me flipó la cantidad de tiendas de instrumentos de música que ví. Me enteré de que Växjö es una importante factoría de músicos, y que hay un montón de locales de ensayo y escuelas (aparte de la universidad de música) en casi toda la ciudad. Lástima que me pille lejos, pero pienso volver.

Os dejo una foto que he sacado de google de una calle de Växjö. Ya pondré las mías.


La madre de Marcos vive en una típica casita sueca. Es muy común por aquí que las casas estén pintadas con una mezcla muy antigua que les da un color rojo muy característico, y las esquinas y más detalles están pintados en blanco.

Nota 1: Me explicaron en clase de cultura sueca que era así porque antaño, pintar las casas todas de blanco salía por un huevo y medio, y muy poca gente se podía permitir algo así. Entonces descubrieron esta sustancia que una vez tratada resultaba en el color rojizo del que os hablo, y era bastante asequible. Así que hala, todos a pintar la casa de rojo. Pero aún así, pintaban de blanco las esquinas y detalles, porque ellos lo valían. Para que luego digan.

Bien, una vez llegamos a su casa, su madre nos recibió con una alegría y un encanto de flipar. ¡Qué maja, y qué salero! No sólo nos invito a cenar, a lo que aceptamos medio cohibidos, hasta que vimos el plan. ¡Cocido! Íbamos a cenar cocido, de los de verdad, ¡con chorizo de verdad! Increíble. Así que nada, ayudamos a preparar la cena, como buenos huéspedes, pelando patatas y zanahorias, y hale, a cerrar los ojos y sentirse en casa. La verdad es que nos trataron genial.

Y después, por supuesto, de fiesta. Primero a un club de estudiantes en el que un portero cabrón no nos dejó entrar por no ser de la universidad de Växjö, y después al centro, donde la cosa ya moló bastante más.

Y después a casa en taxi ilegal, por supuesto, guiados por un moldavo mayor lleno de cicatrices. After party hasta las 7 y a dormir. El domingo tranquilito, que si haz fotos y que si da un paseo, que si desayuna, que si qué poca gente en la calle, y hala, tren de vuelta a Kalmar.

A ver cuándo hacemos otra.

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