7 de febrero de 2006

Göteborg (I)

¡Fin de semana movidito! Por fin un poco más de turismo interno del bueno, que siempre viene bien. En esta ocasión ha sido, como el lector atento habrá adivinado, Göteborg la afortunada ciudad que ha recibido a 10 estuidantes de intercambio con ganas de conocer un poco de mundo. Y de irse de juerga, qué cojones.

El sistema de Suecia de ferrocarriles es bueno. Y cuando digo bueno, por favor, contad con que ya estoy acostumbrado a la manera de funcionar de esta gente para con los relojes (os podría jurar que me he vuelto un poco más puntual y todo) y que hace más de dos años que no me monto en la mierda del Talgo. Supongo que tendría que decir que es la leche en bolas, hablando claro. Puedes ir de casi cualquier ciudad a otra en tren, es como si fuera un metro gigante con unos horarios tan bien puestos que como mucho tienes que esperar un cuarto de hora hasta coger el siguiente tren a tu destino. Y por supuesto, si tu tren sale a las 16:17, como llegues a las 16:08 estás jodido (y no, no me pasó, que ya os estoy viendo, es sólo un ejemplo).

Pues nada, cuatro horitas de tren, y "Hola Göteborg". Amo los sudokus - gracias Miguel por descubrírmelos - para los viajes, me puedo pasar horas intentando hacer que todos los numeritos se pongan en su sitio y no me entero de que pasa el tiempo. Hombre, ya que está uno en Suecia, pues levanta la vista de vez en cuando y se pone a admirar (no hay otra palabra) el tremendísimo paisaje nevado desde el tren, con su música puesta, y se deja ir. Entre que nos vamos y venimos un par de veces ya estamos en Göteborg, como decía, y nos disponemos a coger el tranvía hacia el hostal.

Es un youth hostal, que vale, que no nos esperábamos el jodido Ritz, pero lo que sí que nos hubiera molado un poco más era tener a alguien en la puerta para abrirnos cuando llegamos a las 10 de la noche. Esque hasta en Atenas. Y mira que les habíamos enviado mails y demás avisando que íbamos a esa hora, pero nada (un caramelo para el que haya pensado que se hicieron los suecos). Qué frio, jooooder... veinte minutazos ahí viendo nevar y nevar, los tres españoles, dos holandeses, dos francesas, la polaca, la austríaca y la australiana que formábamos el grupo.

Cuando por fin nos abrieron y entramos a la habitación (sí sí, habitación, que era para 10, molaba un montón), estuvimos un par de horas de botelloncito (cervezas y vodka, tampoco hay para más con lo que cuestan aquí esas cosas) y nos decidimos a salir. Quisimos coger el tranvía pero el muy cabrón se nos escapó por los pelos, y eso que nos hizo correr en nuestro estado. Total, que llegamos al centro... y joder, qué nivel Maribel. Demasiado. Pedían 25 años para entrar en todos los sitios a los que quisimos entrar, cinco o seis, y eran lo que podríamos decir bastante pijos con la ropa. No es que ninguno de los que estábamos allí no hubiéramos podido pasar, pero te dejaban bien clarito que "well dressed, and over 25".

Pues nada chatos, vosotros os lo perdéis. Dimos unas vueltas por algunos bares, que cerraron antes, cenamos un poco (o lo que sea a esa hora, porque desde las 15 allí no comíamos ninguno y serían las 3) y nos volvimos a casa en taxi. Ilegal, conducido por un mozambiqueño de puta madre que nos dejó en la puerta del hostal. ¡Taxis ilegales! En Suecia hay a patadas. Con otras cosas pueden andarse con más ojos, pero taxis ilegales, o black cabs, en todos los sitios a los que he ido. Y de momento parece que son de fiar. A veces, como el Albano con cicatrices de Växjö, acojonan un poco, pero son buena gente y tienen buena reputación, así que no temáis por mí, tranquilos :).

Llegamos al hostal, cansados y helados, y aún nos quedaron fuerzas para un par de birritas más antes de sobar como auténticos campeones. 6 horas, pero como campeones.

El sábado fue otro día, y como estoy que se me cierra un ojo, lo cuento mañana. (No seas quisquilloso Tronen, tú eres el que *mejor* espera las entradas de mi blog de todos).

Ale, a cuidarse, besitos y abrazos para todos.

2 de febrero de 2006

Deshielo bloguero (el de la nieve tiene para rato)

Ufff... sí, he tardado un montón en actualizar esto, aunque espero que lo comprendáis, pero esque hasta el 20 de Enero no tuve vida, el último examen lo tuve el viernes pasado (28 Ene), y desde entonces me he estado recuperando como he podido del estrés y esas cosas.

Pero ya estoy otra vez en la brecha, con otros tres cursos, y unas cuantas cosas más por ahí que iré contando. Lo primero de todo. ¿Habéis visto por la calle alguna vez montones de dos metros de nieve? Yo sí. Y más de los que os imagináis. Cuando llegé a Kalmar, fue lo primero que me impactó. Claro que era fácil impactarme. Vaya viaje.

Con mi habitual previsión de tareas y la organización milimétrica de la que sabéis que hago gala, me encontré a las 4 de la mañana del mismo día que me iba camino de mi casa con la idea de hacer la maleta. 7 horas tenía, más que de sobra (siempre lo son) para lo que tenía que hacer. Joder, entre pitos y flautas, que si esta bufanda, que si mira que guantes, que si hay que sacar la ropa del cesto de la plancha (que había, por algún extraño motivo, vuelto a llenarse solo) y demás historias, podéis suponer que dormí media hora antes de levantarme e ir al aeropuerto.

¡Me he traído la guitarra! Fue una suerte encontrarme a aquél encargado de Spanair tan majete que me dejó subir la guitarra al avión como equipaje de mano, aparte de la mochila. El tío tocaba y dijo que me entendía perfectamente, así que se tiró el rollo y me la pasó como equipaje de mano. Qué tío tan enrollado. Los pasajeros de aquel vuelo que iba hasta las trancas se cagarían en su puta madre cuando ocupé la mitad de un compartimento con ella, pero a mí el tío me pareció un solete.

Llegado a Copenhague, a cuyo aeropuerto me empiezo a acostumbrar, toca recoger maleta e ir a por el billete. Joder, problemas con la maleta, ¡qué bien! Pues eso, media horita de espera ahí como tontos, hasta que por fin salió.

- Un billete para Kalmar, por favor.
- El tren acaba de salir hace cinco minutos.
- No jodas... bueno, ¿cuándo sale el siguiente?
- En dos horas y media.
- Vaya... qué bien... ehm, bueno, dame un billete.
- Vale, a ver... ehmm... oye, hay un problema, no me quedan billetes para ese tren.
- O_o
- A ver, que te miro para el siguiente... vale, sale a las 6.
- Bueno venga, qué se le va a hacer, dame un billete.
- Ehm... sólo quedan billetes de primera clase.
- ¿Y cuánto cuestan?
- 80 €.
- ¿Tienes a mano el teléfono de algún hotel? (A mal tiempo buena cara... irónica, pero buena)
- Jajaja... bueno a ver, que el último tren sale a las 7 y media, a ver si queda algo...
- Venga venga venga venga venga...

Hubo "suerte", así que pillé billete para el último tren, que haría que llegase a Kalmar más de doce horas después de haber salido de Madrid. Es decir, 12 horas para hacer un viaje de 6, en un día de estos que te pasas medio zombi.

Por suerte, medio freak que es uno, me llevé un par de pelis en el bolsillo de la chaqueta de las que di buena cuenta en el aeropuerto y en el tren. Amén de pagar lo que nunca me imaginé que pudiera llegar a pagar por una conexión wifi en el aeropuerto de Copenhague, 8 ó 12 euros por una conexión de 4 horas, aunque lo que voló el tiempo estando conectado y lo "un poco freak" que me sentí no tiene precio.

Pero hablaba de los montones de nieve. Me encontré Kalmar enterrado en nieve. En navidades nevó de lo lindo y me chocó un montón verlo así, como me imaginé que sería cuando me dieron la beca, blanquito. Que vaya puta gracia hace arrastrar la maleta hasta tu casa a las once y media de la noche , con una mochila y un maletón guitarrero al hombro, sobre nieve y hielo salpicado de grava (para que no resbale tanto, ya contaré cómo combaten los suecos el hielo y la nieve en otro post), por supuesto todo esto a unos -9 grados. Por fin llegué a casa, abrí la puerta sintiéndome robocop (ya os pondré un vídeo, lo prometo) y me tiré en la cama.

Y al día siguiente, a las 10 de la mañana, meeting con el contingente asiático del grupo de Wireless Comm. para preparar las reuniones previas a la presentación del proyecto. El viernes, examen de 7 horas. Sí sí, 7 horazas, repartidas en dos exámenes con materia común. Y por supuesto, en navidades estudié dos días. Qué gloriosa perspectiva.

Mañana cuento más. Para desentumecer el alma bloguera vale con esto, gracias a todos por haber seguido entrando en el blog a pesar del mes que lo he tenido hibernando, a partir de ahora lo moveré bastante más, palabra.

¡Saludos a todos!