3 de julio de 2006

Y a su barco lo llamó...

Ssanova.

Sí sí, Ssanova. Ketil me dijo que era porque al anterior propietario del barco le gustaba mucho la Bossa nova, y decidió llamarlo así. Original, es.

Bien, bien, bien, bien, bien. Estoy contento. Conservo todos mis órganos y no noto nada raro, salvo tal vez que tengo la cara casi quemada y los labios definitivamente, algo que no me ocurría desde los 14. Vuelvo a sentirme scout. Ah, y esa sonrisa tontorrona que se tiene cuando pasan cosas como ésta.

Esque vamos a ver, el domingo por la mañana cuando me levanté, no tenia ni idea de que al día siguiente me acostaría a 50 Km de Kalmar, en el barco de un tío al que ni siquiera conocía. Demasiado aventurero o no, después de pasar un día cojonudo con mis amiguitos y amiguitas suecas, ahí estábamos, tomándonos un helado en el puerto, cuando Niklas respondió a una coña mía con algo parecido a:

- Anda y vete a perderte con el tío ese que pide ayuda para manejar su velero.
- ¿Cómo dices?

Y así me enteré de que tres o cuatro barcos más allá, un tipo había colgado un cartelito (mierda, me lo tenía que haber quedado) en el que pedía a alguien que quisiera navegar unos días que lo acompañara hasta que pudiera encontrarse con su hermano que venía de Noruega en unos días.

No me lo pensé más de un minuto, porque seguramente si lo hubiera hecho no le hubiera llamado, pero allí estabamos, cinco minutos más tarde, hablando del itinerario y de la experiencia previa necesaria.

-¿Ninguna? Pues allá que voy. Hasta mañana a las 9.

Aquí estoy con el Ssanova:



Yo, de camino a casa, no podía creer que acabara de acordar reunirme al día siguiente por la mañana con un tío que conocía de cinco minutos, y que para más inri (se reía cuando se lo comenté al día siguiente) llevava una camisa que dejaba leer "Save me from what I am". Cágate.

Ya en mi casa, a preparar la maleta: "¿Y con esta mochila pienso pasar un mes por Europa? Joder, si me voy cuatro días y casi la lleno". Lo dicho, como los niños pequeños, encontré difícil dormirme, de tantas vueltas que daba mi cabeza. Por supuesto que mi madre ni idea del tema, si supiera algo la que si que no duerme es ella. En fin, lo único que había dejado aquí era el nombre completo de Ketil y su dirección. Espero que si algo me hubiera pasado hubiérais montado un CSI cojonudo.

Total, que allí estaba yo a las 9 de la mañana del día siguiente. Mientras explicarme un poco cómo iba a ser nuestro viaje, Ketil me dejó ver que era un tío enrollado. El interior del barco en el que pasé tres días era algo como ésto.



Estaba chulo. Tenía su cocinita (que no se ve en la foto) y su wc, que gracias a Dios no tuve que utilizar. Muy cuco. No es el primer velero en el que había estado en mi vida, pero sí que tenía pinta de ser el más austero y el que más en serio iba de todos. Me refiero a que el Ssanova era un barco para navegar, no de recreo, y aunque no le faltaba de nada, carecía del lujo que se podría encontrar en el típico velero de pareja de alemanes que se van a Malmö el finde.

Y éste es Ketil.


Embarcados ya, pues, y con los objetivos claros, repostamos gasoil y partimos para el sur, hasta donde llegásemos. Con viento no muy fuerte de popa, recorrimos una considerable distancia hasta que Ketil dijo: "¿Oyes eso?". Coño, claro que lo oigo, llevo oyéndolo un buen rato. "¿Crees que será un avión? Esta zona es militarmente activa". "Hombre, puede ser" pienso yo.

Cuando ya debería haber pasado por ahí medio ejército del aire sueco, vemos el primer rayo, y nos damos cuenta de que aviones, lo que se dice aviones, igual no era lo que oíamos. Corriendo como que se nos llevara el alma el diablo pusimos rumbo al puerto más cercano, que afortunadamente estaba en tierra a nuestra altura en esos momentos.

Después de un café y un chocolate, decidimos que, ya que la tormenta había pasado, lo mejor era continuar el viaje, así que allá que nos fuimos, tras cambiarnos de ropa (porque joder, no he visto llover más en mucho tiempo, que lo que nos llovió volviendo a puerto) salimos del puerto y nos dirigimos otra vez al sur.

Dos de las cosas más curiosas que vi en todo el viaje ocurrieron ahora, primero nos encontramos, nada maś salir de puerto, un barco velero chulísimo de nosecuantos metros y tal. Aquí os dejo la foto.

Y luego lo que vimos un par de horas más tarde, cuando navegábamos bastante placenteramente, sin que nos lloviera y con viento favorable, y descubrimos lo que eran esas curiosas estrellitas rojas del mapa.


Estos molinos, vistos de cerca, navegando a cincuenta metros, impresionan de una manera difícilmente descriptible. Apenas se oyen. Monstruos de decenas de toneladas mecidos por el viento como si fueran plumas. Es algo increíble.

Seguimos navegando, siempre rumbo al sur, y alrededor de las 19:30 empezamos a vivir una de las experiencias más desagradables de todo el viaje. Niebla. Pero no niebla de la que te encuentras en ciudad, a la que no le das importancia más allá de lo curioso. "Ostias, es que no se veía ni la casa del vecino". No. Esta NIEBLA (que se merece las mayúsculas) nos pilló en una zona de arrecifes, buscando un puerto donde pasar la noche, sin ningún punto de referencia a la vista, guiados por un gps del MediaMarkt conectado a un pc, unas cartas marinas que ya estaban empapadas, y afortunadamente, un GPS de mano que si que indicaba un poco mejor la posición. Aunque de poco nos sirvió. La niebla más espesa que veo en mi vida y me la tengo que encontrar en el mar el primer día de navegación seria que tengo. "Una niebla que acojona, tronco, acojona". Ahora me río, pero...


Flipad.

Tengo que reconocer que Ketil me impresionó desde el primer momento por la confianza que depositó en mí. Era uno más en su barco, manejaba el timón casi tanto o más que él y mis sugerencias valían lo mismo que las suyas, quiero creer que es porque no eran nada descabelladas. Y de mi orientación, que alabado sea el Doom, no es mala. Coge esta posición, sitúate, grados, minutos, segundos, latitud, altitud, rumbo sur-suroeste, nudos, terminología en inglés... en un día. Y en escenario real, ríete tú de los cursos acelerados de la tele.

Así me encontré dirigiendo el barco a puerto, guiado por el gps cutre salchichero que después nos convencimos de que fallaba bastante. Si señores, la zona por la que navegábamos, toda esta zona sur de Suecia en general, es un infierno para navegar. Supongo que mucha gente de la que no ha navegado por aquí se imaginaba, como yo, que navegar en el mar es fijarte en los elementos de navegación que lleves y contrastarlos con lo que ves sobre el agua, un faro aquí, un faro allá, mira ese saliente... pues no siempre. Esta zona es conocida por su poca profundidad, lo variado de la misma, y sus arrecifes (hijos de puta). Un avispero de peligros submarinos de los que hay que estar tan al tanto o más como de los elementos que se ven a simple vista. Nuestro calado era de 1'5 metros, pero tuvimos que andarnos con mucho ojito en muchos puntos y momentos del viaje para navegar por rutas por las que pudiéramos pasar.

El caso, como ya he dicho, es que del GPS aquél conectado al pc no se puede fiar uno, y prueba de ello es que encallamos. Chocamos con un arrecife. Ese momento en el que tu corazón se encoge, tus poros se abren y la adrenalina recorre tu cuerpo mientras tu cerebro intenta localizar la cartera con la identificación dentro de tu mochila, para salvarla rápidamente cuando tengas que echarte al agua y nadar hacia la costa.

Afortunadamente, navegábamos muy despacio, mucho, por la poca visibilidad y por el peligro que sabíamos suponía hacerlo más rápido, y tras los primeros segundos de confusión tras notar el impacto, di marcha atrás y todo quedó en un susto. Echamos el ancla y Ketil llamó al capitán del puerto. Fueron momentos, como digo, duros.

Mientras Ketil hablaba con el capitán de puerto, me indicaba el rumbo que debía tomar, que yo muy cuidadosamente seguía. ¡Yo era el timonel! ¡En aquella situación! ¡Ole tus cojones, Ketil, me dejas el control de tu barco en esta situación, te fías de mi habilidad para pilotarlo, y nos conocemos de un día! Me caes bien.

Paulatinamente, la niebla se fue disipando y conseguimos llegar a puerto sanos y salvos. Aunque con las piernas temblando y un poco acojonados todavía.

"Tengo que darte las gracias por tu calma y saber estar en esa situación. Si hubiera estado con mi novia nos hubiéramos puesto a discutir sobre qué era lo mejor hacer en ese momento, pero tu has estado ahí calculando posiciones y barajando opciones y rutas. Gracias. Creo que es uno de los días más duros que he tenido en mis diez años de experiencia navegando y el episodio de la niebla, el más intenso", me dijo con una cerveza en la mano. Me río. Creo que es porque estoy contento, desde luego no hay nada gracioso en eso.



Fin del día uno. MI primer día. Menos mal...