22 de junio de 2005

Son 120, Jefe

Eran las cinco y media de la tarde de un día hasta el momento horrible. Por la mañana, los profesores de Estructuras de Datos II me habían regalado una réplica de la polla de Nacho Vidal y un bote de vaselina que caducaba en Septiembre, con una sonrisa. Concienciarme para lo que me esperaba me había robado la noche anterior casi por completo, sin pararme a pensar que tal vez los profesores que me iban a examinar de la prueba oral de 5º de la Escuela Oficial de Idiomas dentro de una hora se hubieran merecido también cierta consideración y un poco de respeto.

Las piernas me flojeaban, era incapaz de mantener mi pensamiento en un solo asunto por más de un minuto y el calor apretaba como si al sol nunca antes le hubieran dado la oportunidad de inaugurar un verano. "Joder Gallardón, qué lejos llegas", pensé, imáginandome al alcalde sentado en una mesa frente a Lorenzo Buendía, abogado del Astro Rey, intentando llegar a un acuerdo para elevar la notoriedad de la capital en estos días inciertos y así tal vez llamar la atención de algún despistado miembro del comité olímpico. Que debia ser lo único que quedaba por hacer, después de toda la magia potagia que había aprendido a hacer con sus cuentas bancarias, por cortesía de todos ustedes y El Corte Inglés. "Se van a joder, estos parisinos. Toma ciudad de la luz. Ahora qué? Eh?"

Así que, sin poder soportar el bochorno un minuto más, aproveché el tiempo libre que tenía antes del examen, abrí la puerta del bar, me senté en una banqueta y pedí un café. Con leche, por supuesto, ya me conocéis. Aproveché mientras lo preparaban para bajar al baño. Me siguió una muchacha de bastante buen ver con una caja de botellas en brazos, directa al almacén, canturreando alegremente un flamenquillo. Al escuchar la canción, me giré y la miré, ella me miró también y me sonrió. Le devolví la sonrisa y entré al baño. "Ojalá todo el mundo supiera cantar mientras trabaja" pensé para mí. Aquella chica me había alegrado la tarde.

Cuando subí, el camarero estaba terminando de echar la leche en la taza. El ambiente sobrio del bar me impidió, aún no se por qué, pedir otro azucarillo. Abordé mi banqueta, me apoyé en la barra, me quemé un poco con el café y bendije el chorrillo de aire acondicionado que estratégicamente dirigido, apuntaba directamente hacia mi cara. El dueño del bar y el camarero tomaban café también en una mesita junto a la puerta, en el momento en el que un joven (tendría mi edad, no sabía como llamarle) con pantalones anchos y camiseta sin mangas entró en el bar. Tenía pintillas de makoki, y miraba a todos lados como quien analiza la situación antes de comerse el mundo.

- Jefe, que buenas, que verá, que soy el hijo del afilador, que me manda pa ver si tenía usté algún cuchillo ca filar...
- El hijo del afilador dices? Pos no te conozco yo a ti.
- Si, tamos con el coche ahi fuera, haciendo la ronda. Quie que lafile algo?
- Bibi, ties algo pa este muchacho?

El cocinero se levantó, atravesó la barra y entró en la cocina. Gritó desde dentro:

- ¡Si, tengo aquí unos cuantos cuchillos que parecen martillos! - bromeó.
- Estupendo jefe, se los dejo yo que parecen espás japonesas, se lo digo yo.
- Toma los 8 cuchillos, y afílamelos bien, sobre todo el jamonero, como te lo cargues no te pago, ¿entendido?
- Usté no se preocupe jefe, yo se los afilo.

Salió del bar con el arsenal aquel que me dejó los pelos de punta. Cada cuchillo debía ser del tamaño de mi brazo, y la visión de aquel chaval con la cadenita de oro, los andares "aquí estoy yo", las gafas de Beckham y la posibilidad de degollar al real madrid utilizando un cuchillo por persona me hizo dar un sorbo temblequeante al café.

- Pues cuando yo trabajaba allí - Bibi señaló hacia arriba en la dirección de la calle - Un día vino uno que también decía que afilaba cuchillos, y cuando quiso cobrar, pedía 45.000 pesetas...
- 45.000 leches. Vamos, viene ese pidiendome más de 50 euros y lo mando a tomar por culo. Amos hombre, pa bromas estamos aquí... no te jooode!

Y así, entre historietas sobre "A tocarme los cojones a mí...", "Piernas por delante...", y "Si hombre... a otro tal vez, pero a mí te digo yo que no...", me terminé mi café. Me encendí un cigarrillo, por aquello de que estando de exámenes uno se puede permitir ciertos caprichitos (y si el jefe era un tipo duro, no iba yo a ser menos, ya ves tú, ahí estaba mi cigarro... no te jooode!). Al rato apareció Jack el destripador con las herramientas relucientes y los filos repasados, que se dirigió directamene a la barra y las soltó estrepitosamente. Jefe pasó detrás de la barra, abrió la caja registradora y le preguntó cuánto le debía. Jack se sacó del bolsillo trasero del pantalón una hojita semitransparente de papel, que entregó a Jefe. La desdobló.

- Qué es esto?
- La factura, Jefe.
- Ciento veinte euros, me vas a cobrar tu a mí?

Me hubiera imaginado el regateo y la amenaza de llamada a la policía, de no haber visto al Richi, al Jona, al Milio, al Jose, al Checho y al Diego entrar uno por uno en el bar y ocupar posiciones estratégicas. Había llegado la familia.

El Jose y el Milio se bajaron al baño, el Jona y el Richi se apoyaron uno en la puerta y el otro en la otra barra, y el Checho y el Diego se colocaron detrás de Jack (que por supuesto, como el avispado lector habrá imaginado, era el menor de todos) y se cruzaron de brazos. La pareja de jubilados que se encontraba en una mesita y que junto a mí componía toda la clientela del bar, hundieron sus caras en sendas tazas de café. Yo pegué a mi cigarro una calada y me giré para observar la escena (me lo podía permitir, ya que estaba claro que era duro).

- Jefe, me ties que pagar.
- Tu no mabia dicho quera tan caro, al que viene siempre le pago 3 euros por cuchillo, esto no te pago yo a ti.
- Usté a mi no me conoce Jefe, usté me tenía caber preguntao, ca uno tenemo nuestros presios...
- Que es un timo y no te pago, y yastá. Si quieres toma 30 euros y dejamos las chorradas.
- Que me pague los 120 euros Jefe, 8 cuchillos a 15 la pieza.
- Anda ya te via pagar yo 20.000 pelas... - E hizo ademán de coger los cuchillos.

Checho y Diego dieron un paso al frente, y Jack Beckham cogió los cuchillos por el filo recién afilado. El cocinero miró al camarero, el camarero miró al cocinero, el cocinero me miró a mi, yo miré al camarero, después al cocinero, éste ya no siguió el juego y se metió en la cocina. Los vejetes lanzaban miraditas fugaces a través de los espejos. Abandonado, el camarero hizo como que limpiaba una ya reluciente barra, y observó la escena. Pero allí no había mucho más que ver.

Jefe soltó los cuchillos. Resignado, hizo sus cálculos, y sacó un par de billetes y unas monedas.

- Son 120, Jefe.

- Y cuánto hay ahí? Ah ah ah, vale. - El pobre hombre no podía más. Cogió las monedas, abrió una vez más la caja y le entregó un billete de 20.

- Muchas gracias Jefe. Venga, vamonos.

El exótico equipo abandonó el bar casi en formación, dejando un mudo servicio y unos clientes más que flipados. Yo, que me había terminado el cigarro durante el incidente, no era ya lo suficientemente duro como para quedarme mucho más allí, y tenía que dejar a aquel pobre hombre allí solo para que pudiera digerir aquel bajo golpe (y algunas palabras) más tranquilamente. Sentía una profunda rabia, pero no podía hacer nada. Pagué. Mientras me iba, escuchaba al camarero que me decía:

- Ese por aquí no vuelve. Pero ha sido mejor así. Esos si quieren liarla, te la lían y gorda. Es sólo dinero... el dinero... ya ves tú...
- Cuánta razón tiene - Le respondí con una sonrisa escéptica y empática.

Por lo menos aprendí a considerar el precio de las cosas antes de proponérmelas, algo que si uno saca de contexto, puede convertir en una valiosa lección.

Mi examen estaba a punto de comenzar. De camino a la escuela, me preguntaba qué hubiera hecho yo en su lugar...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Impresionado me has, arrodillome ti ante, descubro me cabeza la, comome un tuercas y tornillos puñado de...

me ha gustado

quiero mas

,javi

Anónimo dijo...

Aaaanda con el primo que blog más sulo se está montaaaando, paaayo!

Vaya historia, chaval! Pero a quién con un poco de sentido común se le puede pasar por la cabeza dejarse afilar los cuchillos por un personaje tipo Jack Beckham (muy buena descripción del elemento, por cierto).

Tío Aitor, eres bueno escribiendo eh? Me he metido de lleno en la cafetería, me veía ahí acongojaete del tó entre los Richards estos y los cuchillos...

Bueno saludos!

Anónimo dijo...

tio aprovecha esa forma de escribir. por lo que respessta a l'histoire... piensa lo siguiente, por lo menos le afiló los cuchillos, porque en ese plan le podía haber afanao toa la caja paayo!

Anónimo dijo...

¡un momento! ¿COmo que usuario anónimo?

drBoiffard dijo...

(eso está mejor)

Tio, escribes de puta madre. Mola tu blog. Grande